Epístola a Felisa

octubre 27, 2006

Lo copié de la revista Mester, que a principio de los años setenta del siglo pasado publicaba el Departamento de Literatura Hispánica de alguna universidad de Estados Unidos:

Aquí, con ganas de besar tu siempre, beso
tu triángulo lunar, tu ángulo obsceno,
tu seno izquierdo, tu derecho seno,
tu anca mular, tu tubo obeso
lleno de caca, lleno de veneno
como un sócrates triste, como un plato
sin aristóteles, con esa larga eso
que te ráscate y pulga el duodeno.
Yo no sé‚ si me voy, te vengas o me vengo,
si me tienes, detengas o te tengo
clavada con el dedo, sobre el algo
que debajo me picas y retengo,
que más fuera, si fuera lo que fuera,
si me besaras tú como te beso.
Voy a mi ayer, tu siempre fue, mi nada,
mi peso galopante de hombre en peso,
tu zapato cansado, mi sin caja,
tu estar descerrajando mi silencio,
mi estar casado en traje de mortaja.
Regreso a lo que fui, a lo que fuera,
a lo que afuera me palpita adentro,
a lo tuyo, a mi noche, a tu regreso,
a tu inmortal mortífero congreso.
Lleno de sangre y de balazos, fuera
lagarto en tu lagar, beso en tu beso,
verso enterrado vivo, cartuchera
sin balas, hombre muerto
temblando a solas en tu tolvanera;
pero llévanme el aire y la tristeza,
y el otro que quitome lo que diera,
y tú, mi amor, que no me diste nada.
¡Y tú, mi amor, que no me diste nada!

René Acuña



El país menos visitado

octubre 26, 2006
  • Derechos humanos en la RPDC
  • Cuatro viajeros en Pyongyang


Pirruro comunista

Me intriga Rangún, aunque ahora tenga el nombre menos misterioso de Yangon; me intriga el bosque gabonés de La Makandé, famoso por el tupido techo que forman las copas de sus árboles; me intriga la isla de Reunión, al este de Madagascar, desde que una vez, de puberto, me enamoré perdidamente de una Miss Reunión que vi en la tele; me intriga Umbría, me intriga el Desierto de Altar, me intrigan Chiclayo y Manaos y Portobelo. Por su mera sonoridad o por asociaciones gratuitas, esas toponimias son como fulminantes que activan la bala de la imaginación.

Los monumentos descomunales

No es menor la curiosidad que me suscita, aunque por otras causas, Corea del Norte (República Popular Democrática de Corea, RPDC), un Estado que por estos tiempos tiene con el Jesús en la boca a buena parte del mundo y que es referente de un conflicto nunca desactivado desde que mis abuelos eran jóvenes. Hace poco califiqué de impresentable al régimen de Kim Jong Il y un lector que firma como Yaotl Altan me dijo que no tenía derecho a, ni fundamento para, emitir tal opinión. Derecho he de tener alguno, si es que todavía existe la libertad de expresión, y fundamento hay, abundante, en el Informe 2006 de Amnistía Internacional:

“Se continuaron negando derechos fundamentales, como la libertad de expresión, asociación y circulación. Se recibieron informes de ejecuciones públicas y de la práctica generalizada del encarcelamiento por motivos políticos, la tortura y los malos tratos. Se siguió restringiendo el acceso al país de observadores independientes. […] Se recibieron nuevos informes sobre ejecuciones […] de personas acusadas de delitos económicos, como el robo de alimentos. […] Salieron a la luz imágenes de video en las que dos personas eran ejecutadas en público mediante disparos. […] Cientos de norcoreanos devueltos desde China se exponían a ser detenidos, torturados o maltratados y a pasar hasta tres años encarcelados en condiciones terribles. Según los informes, murieron por malnutrición personas encarceladas en campos de trabajo para presos políticos y en centros de detención extremadamente masificados. […] Las mujeres que intentaban protestar eran golpeadas. Todas las mujeres, incluidas las embarazadas y las ancianas, eran obligadas a trabajar desde la mañana hasta bien entrada la noche en campos o en fábricas de las prisiones. […] El 7 por ciento de la población infantil sufría una grave malnutrición, el 37 por ciento padecía malnutrición crónica y el 23,4 por ciento tenía un peso inferior al normal; asimismo, una de cada tres madres sufría malnutrición y anemia.”

Campesino norcoreano

No viene a cuento rasgarse las vestiduras en abstracto por la persistencia de un régimen de corte estalinista; si a modas vamos, más anacrónicas son las monarquías que pululan en Europa. Pero Corea del Norte no sólo se caracteriza por el partido único, la dictadura policial y el culto a la personalidad; es que, como lo hizo Stalin en la Unión Soviética, la dinastía de los Kim (Il Sung y Jong Il) ha reducido a buena parte de la población de su país a la condición de ganado.

Otra cosa es el escándalo causado por la decisión del gobierno de Pyongyang de fabricar bombas atómicas y misiles para entregarlas a domicilio. También lo han hecho Israel, India y Pakistán, y nadie les dice nada.

Pyongyang: ¿ciudad sin clases?

El tal Yaotl Altan me criticaba también por hablar de Corea del Norte sin haber estado allí. ¿Por qué diablos ninguno de mis vecinos me ha mostrado fotos de una puesta de sol en la playa de Kimch’aek o de las colinas alrededor de P’ungsan? El español Norberto Cuenca ofrece la respuesta: “Es un viaje caro, raro y poco atractivo a priori. Ir de vacaciones a un país con un régimen estalinista, aislado y ultra controlado no suena precisamente relajante, sobre todo en Asia, donde por la mitad de precio te puedes ir a dorar al sol de Tailandia”. Cuenca tenía la ventaja de vivir en Pekín, “el único sitio desde donde se puede viajar directamente a Corea del Norte” y hace cosa de un año decidió aprovecharla. A pesar de las restricciones impuestas por sus guías oficiales, logró tomar algunas fotos, y a su regreso a Pekín, redactó un divertido relato de su viaje que termina así: “Si algo me ha quedado claro es que quiero volver. Corea debe ser el país del mundo menos contaminado por cualquier influencia exterior. Lleva 50 años totalmente aparte. Será una rara oportunidad de encontrar gente sin una traza de globalización.”

En Blogchevique se reproduce una versión en español del relato que hizo el abogado estadunidense Eric Sirotkin de su viaje a la RPDC. El tono es el siguiente: “Mientras bajábamos por el camino, otro grupo de norcoreanos quiso hacerse unas fotos con nosotros y nos pidieron que les cantáramos una canción. Un discordante pero bien intencionado ‘Venceremos’ se alzó de nuestras gargantas, mientras los coreanos aplaudían y se reían. Cuando terminamos, los norcoreanos nos rodearon y llenaron alegremente nuestros bolsillos de manzanas, mientras nuestros ojos se llenaban de lágrimas y nuestros corazones quedaban conmovidos por sus expresiones de aceptación y de aprecio incondicionales, a pesar del hecho de que éramos estadunidenses”.

Las apreciaciones de Sirotkin contrastan con la incomodidad del programador ruso Artemii Lebedev, quien halló en Corea del Norte una realidad horrible y una sociedad abatida. Desde una posición equidistante, aunque sin el humor de Cuenca, un chino anónimo contó su experiencia en el país en “Una mirada a Corea del Norte”. Salud a esos cuatro Marco Polos, cuyos relatos aparecen en los links que siguen. La agencia oficial de noticias y un sitio oficial del régimen de Pyongyang también son todo un viaje; se los recomiendo.

El trenPyongyang-Pekín

Alguien dice: “En Corea del Norte las playas tienen alambre de púas para que la gente no escape, cortan la luz a las 11 de la noche y no hay carros nuevos”. Alguien más responde: “Como capitalistas globalizadores rechazáis los logros comunistas y las medidas a favor de la protección de la costa contra el turismo abusivo, el ahorro energético y la supresión del CO2 y la contaminación de los automóviles”. Y no sé cuál de los dos está hablando en serio.


Actitudes políticas

octubre 25, 2006
Karol Wojtyla con Augusto Pinochet…

… Karol Wojtyla con Nancy y Ronald Reagan…

… y Karol Wojtyla con Ernesto Cardenal


Hungría

octubre 24, 2006

Hace 50 años, la tarde del 23 de octubre de 1956, miles de intelectuales y estudiantes salieron a las calles de Budapest para solidarizarse con las luchas antisoviéticas que llevaban a cabo los obreros de Polonia. Fue un detonador: en cuestión de horas, la manifestación se convirtió en un enorme movimiento en reclamo de libertad, democracia e independencia. A las ocho de la noche, el secretario general del Partido de los Trabajadores, Erno Gero, pronunció un discurso en el que calificaba la protesta de «revuelta reaccionaria»; como respuesta, parte de los manifestantes se dirigieron al edificio de Radio Budapest para pedir que se diera difusión a sus demandas; en cambio, recibieron gases lacrimógenos, primero, y disparos, después, por parte de los guardias de la Policía de Seguridad del Estado (AVH) que custodiaban el recinto. En vez de enviar ambulancias para atender a los heridos, el régimen trató de colar en los vehículos de socorro refuerzos (efectivos y armas) para los represores.

El edificio de Radio Budapest

El régimen de Budapest había sido hasta entonces uno de los más torpes, entreguistas y represivos de cuantos fueron instalados por el Ejército Rojo en Europa oriental, tenía motivos para temer la furia del pueblo y esa misma noche Erno Gero pidió a Moscú que enviara tropas para contener a los rebeldes. Los tanques T-54 entraron a la capital húngara al día siguiente, pero los enfrentamientos no cesaron y el 25 de octubre los agentes de la AVH apostados en el Parlamento perpetraron una nueva masacre de manifestantes. Designado primer ministro en sucesión de Andras Hegedus, quien huyó a Moscú en compañía de Gero, Imre Nagy ofreció de inmediato reformas políticas, excarceló a decenas de opositores, formó un gabinete en el que participaban algunos no comunistas, abolió el régimen de partido único, suprimió la odiada policía política, pidió el retiro de las tropas soviéticas y llamó a la calma. Sin embargo, los enfrentamientos se extendieron unos días más y algunos de los opositores no se conformaron con derribar la monstruosa estatua de Stalin erigida en Budapest y con cercenarle unos bigotes que medían más de un metro; algunos organizaron escuadrones de la muerte para cazar simpatizantes soviéticos y ex integrantes de la AVH. Hacia el 28 de octubre se logró restablecer la paz y las fuerzas de Moscú se retiraron de la ciudad.

Inspección de un tanque soviético

En todo el territorio de Hungría se formaron comités revolucionarios que asumieron responsabilidades al margen del gobierno nacional, se establecieron comités obreros en minas y plantas industriales, y empezó a conformarse un embrión de economía socialista ajena al control partidario. En ese lapso, los choques entre los remanentes de la AVH y la población causaron cientos de muertos.

La resistencia

En el Kremlin, en una sesión efectuada el mismo 24 de octubre, los delegados procedentes de Budapest informaron al Comité Central del Partido Comunista Soviético que el descontento húngaro no estaba fundamentado en asuntos ideológicos, sino en problemas sociales y económicos irresueltos. Pero en los días siguientes Nagy anunció el retiro húngaro del Pacto de Varsovia y la adopción, por parte de su país, de un estatuto de neutralidad semejante al de Austria. Moscú no pudo o no quiso tolerar esa defección, el 1º de noviembre envió 17 divisiones a Hungría y tres días más tarde Budapest se encontraba bajo ataque.

Refugiados, camino a Austria

No hubo una resistencia organizada a la invasión. Los bolsones de resistencia, especialmente los constituidos en los barrios obreros, fueron rápidamente neutralizados por ataques aéreos y de artillería terrestre. Nagy y un puñado de sus colaboradores buscaron refugio en la embajada yugoslava, pero fueron aprehendidos días después. El ex gobernante fue mantenido en prisión año y medio, y luego juzgado en secreto y ejecutado. El saldo de la invasión fue de 2 mil 500 húngaros y 722 soviéticos muertos. Más de 200 mil personas huyeron del país, unas 26 mil fueron procesadas, cerca de 13 mil fueron sentenciadas a diversas penas de cárcel y un número indeterminado de opositores fueron asesinados en prisión. El nuevo hombre fuerte, Janos Kadar, títere de Moscú, permaneció en el poder hasta 1988. La estatua de Stalin no fue reinstalada nunca.

A chingar a su madre



Factor de distensión

octubre 23, 2006


¿Cucaracha?

octubre 23, 2006

En comentario a un post anterior Rafael me reprocha el haber llamado “cucaracha” a Juan Pablo II, me acusa de tener “un afán anticlerical que te ciega”, de expresarme despectivamente, y sin motivo, de éste y de su sucesor, de atacarlos “sin ton ni son simplemente porque no piensan como tú”, de no comprenderlos ni conocerlos, de tener “una maraña de ideas equivocadas acerca de ellos” y de otras cosas.

A comienzos de su pontificado el sucesor de Paulo VI me pareció simpático. Pero ocurrieron, entre otras, cosas como las que resumió en un artículo Augusto Zamora, profesor de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid:

“Entre 1977 y 1979 fueron asesinados cinco sacerdotes en El Salvador, seguidores de la Teología de la Liberación y miembros activos de la Iglesia de los Pobres, que trabajaban con las comunidades y sectores más oprimidos y reprimidos del país. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador, viajó a El Vaticano en agosto de ese año, con un dossier minucioso sobre la brutal represión que venían sufriendo la Iglesia y el pueblo salvadoreños. El Papa Juan Pablo II se negó a ver el dossier y a hablar del asunto. Monseñor Romero regresó abatido pues había creído, hasta su entrevista, que al Papa le ocultaban información. En marzo de 1980, monseñor Romero era asesinado mientras celebraba misa. Ese mismo año, cuatro religiosas estadounidenses morían también asesinadas, luego de ser torturadas y violadas por el Ejército salvadoreño. El Vaticano condenó los crímenes pero no emitió condena alguna contra el régimen que los propiciaba. El silencio se hizo norma.

“De enero de 1980 a febrero de 1985, 23 religiosos fueron asesinados en Guatemala. Con ellos, decenas de miles de civiles, en el mayor baño de sangre sufrido por la región en las últimas décadas. Se repetía el guión. Condena opaca y formal y silencio ante la dictadura criminal. La jerarquía departía con generales y oligarcas, mientras sacerdotes, religiosos y comunidades cristianas de base eran sistemáticamente perseguidas o muertas.

“En Nicaragua había triunfado en julio de 1979 la revolución sandinista. Con ella llegó al poder, por vez primera en la historia latinoamericana, la ‘iglesia de los pobres’. Cuatro sacerdotes fueron designados ministros. El padre Miguel D´Escoto, ministro del Exterior; Ernesto Cardenal, ministro de Cultura; Fernando Cardenal, ministro de Educación y Edgar Parrales, ministro de Bienestar Social. El Vaticano se revolvió indignado. Todo lo que era silencio en El Salvador y Guatemala, se hizo estridencia contra la revolución sandinista y sus curas ministros. El Papa exigió a los sacerdotes que abandonaran los cargos y empezó una persecución sistemática contra los que apoyaban a la revolución. Curas y monjas progresistas eran obligadas a abandonar Nicaragua para ser sustituidos por otros reaccionarios. Cuando Juan Pablo II visita Nicaragua en 1983, […] se niega a orar por los asesinados por la contra. Sus actos se tornan políticos y la visita, preparada con tal celo por el gobierno sandinista que había construido una plaza especial para la misa papal, deriva en una completa ruptura.

En una reunión con el presidente Ronald Reagan, según relata el periodista Bob Woodward, se oficializa una alianza informal entre el Vaticano y EEUU, para combatir la ‘amenaza comunista’ en Centroamérica.”

Por lo que respecta a Centroamérica, Wojtyla fue el brazo espiritual de un proyecto injerencista genocida. Al recordar aquellas épocas, concluí que llamarlo cucaracha fue un exceso de benevolencia. Sería más preciso decir que fue el lamehuevos de Reagan.

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Dos apostillas: 1) en rigor, Wojtyla fue el sucesor de Juan Pablo I, pero éste, en tanto que pontífice, no alcanzó a existir por lo breve de su periodo, así que no cuenta entre Montini y Wojtyla; 2) el link correcto al artículo de Ernesto Cardenal al que hice referencia en los comentarios de aquel post está aquí.


Variaciones sobre el mismo tema

octubre 23, 2006
  • Misterios de un texto imprescindible
  • Variaciones y actualizaciones
  • Ilustraciones (con permiso) de photoxica

Dice Diana Cohen Agrest que “la violencia en sus manifestaciones polimorfas es la negación acabada de que el mal no siempre le acontece al otro; de que todos, absolutamente todos, somos, virtualmente, Madres (o padres o hermanos o hijos) del Dolor. Mujeres reunidas por el sufrimiento inscrito en sus vidas por una maldita movida del azar (‘¿por qué a mí y no a otra?’), las madres de desaparecidos, de los caídos en Malvinas, de los muertos en Kheyvis y en Cromagnon, en la AMIA, y de tantos otros jóvenes víctimas del gatillo fácil, constituyen el testimonio incontestable de que nadie está exento del estatuto de ofrenda debida a la violencia individual o institucional”. Ante esa circunstancia, uno tendría que pronunciar el refrán “arrieros somos y en el camino andamos” o, más breve, la expresión “hoy por ti, mañana por mi”; el sentido de la prudencia aconsejaría pronunciar el proverbio “si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar”. Pero la expresión más doliente y hermosa es el texto del que hablé el jueves pasado:

Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé callado; / yo no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas / permanecí en silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los sindicalistas / no dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por los judíos / No pronuncié palabra; / Yo no era judío. / Cuando vinieron por mí / No quedaba nadie para decir algo.

Foro. Eva Villaseñor.

¿De quién es este texto y cuál es la versión verdadera? Durante mucho tiempo se le adjudicó injustificadamente a Bertolt Brecht, pero casi todo apunta a que su autor es en realidad el pastor Martin Niemöller. La fundación que lleva el nombre del religioso da por buena su respuesta a una entrevista de 1976, en la que Niemöller afirmó que no era un poema, sino un sermón pronunciado en la semana santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania, y que el orden correcto era: comunistas, sindicalistas, socialdemócratas, judíos, yo. Pero años antes, en 1968, Howard Samuels dijo, en un testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, que originalmente Niemöller se había referido a judíos, católicos, sindicalistas, protestantes, yo, en ese orden. El profesor de Historia Alemana Harold Marcuse, de la Universidad de Santa Bárbara, piensa que, en las circunstancias en las que formuló la idea, el religioso no habría mencionado a los judíos en primer lugar. La cita se acomoda a los intereses o gustos de cada quien, y aparece en un monumento de Boston en el orden comunistas, judíos, sindicalistas, católicos, yo; en las citas de Simpson la secuencia es judíos, comunistas, sindicalistas, yo; hay muchas otras. Marcuse piensa que “el propio Niemöller pudo haber usado diferentes versiones en distintos discursos o sermones”.

(Aquí me aparto tantito de la versión impresa de esta entrega para agregar un dato irrelevante: fue precisamente al contemplar ese monumento bostoniano, hace diez años y con un frío de la chingada, que me enteré de la falsa autoría de Brecht. Desde entonces me quedó la duda, y me había propuesto investigar la historia de ese texto, pero no es sino hasta ahora que me ha sido dado hacerlo. Y ahora vuelvo a la navegación tal y como aparece en La Jornada.)

Toby O’Ryan, del Partido Comunista Revolucionario estadunidense, se lamenta porque en la cita colocada en el Museo del Holocausto de su país “se omite la primera frase sobre los comunistas; eso destruye el significado que le dio Niemöller, quien casi siempre empezaba sus discursos con unas palabras sobre los comunistas, los primeros presos de los campos de concentración”.

Domingo. Eva Villaseñor.

Sobre la atribución de esta cosa a Brecht: en una carta a El País de Madrid, Rafael Martínez especulaba que el error es “exclusivo de nuestra lengua, en la que Niemöller es absolutamente desconocido” (bueno, no tanto), y que “el error parte de los años setenta”. “La primera vez que ví este texto fue en Bogotá, en un póster enmarcado en un pequeño restaurante […] El editor del póster se lo atribuía a Brecht. Después he visto este mismo poster en España, en casas de gente seria y políticamente comprometida. Nunca entonces dudé de su autoría. Cualquier verificación era complicada porque las ediciones disponibles de Brecht ni eran completas ni fiables”.

Enrique Medina alegaba en Página 12 que “en razón de esotéricos artilugios, citadores profesionales de izquierda-centro-derecha siempre han atribuido estas líneas a Brecht. Y si bien él es ajeno a este manotazo a su favor, tampoco es justificable el error debido a que el texto no figure, formal y convencionalmente, en ningún libro; ni es donosa la acción del aprovechador que se lo endilga a Brecht por mera suposición o porque así lo decidió el incon-sciente colectivo”.

El historiador británico John Simkin va más allá: tras señalar que ni Dietmar Schmidt ni James Bentlen, dos de los principales biógrafos del religioso alemán, hacen referencia alguna al pensamiento de marras, suelta su bomba: “Personalmente pienso que él nunca escribió este poema. Sospecho que fue escrito por algún activista de la izquierda pacifista tras la muerte de Niemöller”.

Poema, sermón o pensamiento, y sea de quien sea, esta cosa es de una enorme actualidad, e imprescindible en el mundo contemporáneo. En el sitio Persecution Poetry se da cabida a numerosas paráfrasis realizadas desde las posturas políticas e ideológicas más diversas. Haga cada cual su versión. Yo ya me armé la mía:

Cuando la migra deporta a los indocumentados / me quedo en silencio; yo sí tengo visa. / Cuando persiguen a los islámicos / no abro la boca; / no soy fiel de Mahoma. / Cuando privatizan el agua / me importa un rábano; / no tengo sed. / Cuando agravian a los homosexuales / no digo nada; / no vaya a ser que me confundan con uno de ellos. / Cuando oprimen a los indígenas / no pronuncio palabra; / no hablo mixteco. / Cuando despojan a los palestinos / me hago el desentendido; / Belén queda muy lejos. / Cuando masacran a los iraquíes / no protesto; / no nací en Babilonia. / Cuando diezman a los chechenos / me quedo mudo; / ¿dónde está Chechenia? / Cuando la derecha hace fraude / no salgo a las calles; / no soy de izquierda. / Cuando matan a las muchachas juarenses / miro hacia otro lado; / no soy empleada de maquila. / Cuando fabrican culpables / no leo la noticia; / yo soy inocente. / Cuando los pederastas abusan de las niñas / no me interesa el tema; / yo no soy niña. / Cuando los curas violan a los muchachos / no hago ningún escándalo; / yo soy adulto. / Cuando me persigan, me deporten, me satanicen, me pateen, me despojen, me agravien, me opriman, me violen y me maten, / nadie va a protestar / porque no habrá quedado nadie.


Lengua. Eva Villaseñor


Problema:

octubre 20, 2006

Ciertas relaciones amorosas son como los vampiros: para acabar con ellas tienes que clavarles una estaca en el corazón.

El pedo es que el corazón también es el tuyo.


“Cuando vinieron por mí…”

octubre 19, 2006
  • Invención y anonimato
  • La polémica vida de Martin Niemöller

Bertolt Brecht

El texto ha rebotado de aquí para allá, en foros libertarios, publicaciones democráticas, discursos admonitorios y pesadillas personales, asociado a un nombre que no es el correcto. Dice más o menos así:

Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé callado; / yo no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas / permanecí en silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los sindicalistas / no dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por los judíos / No pronuncié palabra; / yo no era judío. / Cuando vinieron por mí / no quedaba nadie para decir algo.


Qué honor: un día escribes o dices algo de validez universal, como las historias que involucran a zorras y uvas, o a cigarras y hormigas, y ya tienes al resto de la Humanidad repitiendo eternamente lo que pensaste, y cada cual lo expresa a su manera porque ni siquiera existe un texto para citar, con fidelidad o sin ella. Los hacedores de fábulas, de letrillas, de epopeyas y de refranes, son los más gloriosos porque se diluyen en la gente y acaban inmortalizados por más que nadie tenga la menor idea de su identidad. Tomen el caso del clip, un invento que todo mundo conoce, aunque muy pocos conozcan el nombre del noruego Johan Vaaler, falso o verdadero inventor de ese adminículo que terminó convertido en símbolo de la resistencia nacional frente a los ocupantes nazis; o el de la ley, una porquería utilísima de la que todos hablan con reverencia sin detenerse a recordar a Hammurabi, su primer codificador conocido; o el de la rueda, instrumento imprescindible para prácticamente todos los seres humanos que en el mundo han sido (así fuera para jugar y hacer juguetes, como en el caso de los americanos precolombinos), pero cuyo inventor se ha perdido para siempre en las tinieblas de los milenios idos. A la inmortalidad le gusta el anonimato.

El probable autor del pensamiento arriba citado permanece en la memoria colectiva también por otras cosas. Alguien, sin embargo, inventó que la paternidad correspondía al dramaturgo comunista Bertolt Brecht, acaso porque la idea es manifiestamente brechtiana. Pero no: al parecer, se le ocurrió a Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller, quien distaba mucho de ser un dramaturgo comunista. Era, en cambio, pastor protestante.

Hasta la fecha, su personalidad es carne de polémica. Nacido en Lippstadt en 1892, capitán de submarinos en la contienda de 1914-1918 y héroe de esa guerra, el hombre optó por la Teología y se ordenó en 1931. Hasta entonces había sido un resuelto partidario de Hitler y lo siguió siendo unos años más, hasta que el incipiente Tercer Reich trató de uncir las iglesias protestantes a su proyecto político y estableció que los judíos, incluso los conversos, debían ser expulsados de las organizaciones religiosas alemanas. Todavía en 1933, Niemöller describía el nacionalsocialismo como “un movimiento de renovación basado en fundamentos morales cristianos”, y en 1935 sostenía que los judíos seguirían sufriendo en tanto no se convirtieran: el castigo del pueblo de David era la prueba de que Dios es Cristo, el hombre llevado al martirio por los hebreos.

Martin: madurez
Sin embargo, el tipo creía en la redención y se opuso a los designios del gobierno de expulsar de las organizaciones religiosas a todos los judíos, incluidos los conversos. Al mismo tiempo, Niemöller se escandalizó por los empeños del Führer de uncir a su proyecto político a las iglesias protestantes de Alemania y de nombrar como “obispo del Reich” al nauseabundo Ludwig Muller. Empezó a disentir y criticó, en sus sermones, la detención de algunos religiosos que se opusieron a la medida, y en julio de 1937 fue arrestado, hallado culpable de “abusar del púlpito” y condenado a pagar una multa de dos mil marcos. En cuanto salió de la corte, fue detenido por la Gestapo y enviado al campo de concentración de Sachsenhausen para ser “reeducado”. Al año siguiente, Joseph Goebbels instó a Hitler a ejecutar al crítico, pero el Führer desestimó la idea. En cambio, Niemöller fue enviado a Dachau, en donde permaneció preso hasta las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Desde allí, en 1939, envió una carta en la que se ofrecía para servir en la armada alemana. La oferta fue desestimada, pero el gobierno dio a conocer la misiva a fin de desprestigiar al religioso. La resistencia reclamó que el documento era falso y, desde su encierro, el hombre empezó a convertirse en símbolo del rechazo al nazismo. Más tarde, los medios y los gobiernos estadunidenses y británicos, faltos de un héroe alemán poshitleriano, le dieron el papel a Niemöller.

Con su esposa
Tras su liberación por los aliados, el pastor horrorizó a sus admiradores cuando declaró, en una conferencia de prensa en Nápoles, que la carta de 1939 era auténtica y que él nunca había estado en desacuerdo con Hitler en cuestiones políticas, y que sus diferencias con el nazismo eran meramente religiosas.

Poco antes de su muerte
Con todo, Niemöller promovió la Declaración de Culpabilidad de Stuttgart, firmada por diversos líderes del protestantismo alemán, en la que se reconocía que las iglesias no habían hecho lo suficiente para combatir el nazismo. En 1961 fue elegido presidente del Consejo Mundial de Iglesias. Durante la guerra fría, Nimöller desempeñó un papel preponderante en los movimientos pacifistas europeos y siguió diciendo cosas provocadoras; por ejemplo, que para construir la fraternidad humana, los ricos debían ser aplastados. Luego declaró que el bombardeo nuclear de Japón convertía a Harry Truman en “el peor asesino del mundo después de Hitler”, y suscitó la furia del gobierno estadunidense cuando, en 1965, en plena guerra de Vietnam, se reunió en Hanoi con Ho Chi Minh. En 1982, en su 90 aniversario, dijo que había empezado su carrera política “como un ultra conservador que aspiraba al regreso del Kaiser y ahora soy un revolucionario; si llego a los cien años, es posible que me convierta en anarquista”.

Ahora bien: aquello de “Cuando vinieron por mí…” no es de Brecht, pero ¿es o no de la autoría de Niemöller? Unos dicen que sí, otros que no, y la verdad es que quién sabe. Si les parece, el domingo continuamos por la pista de ese texto, si es que antes, claro (el teclado se me haga chicharrón), no vienen por nosotros.


Buzón del mundo real (III)

octubre 18, 2006


Empresa y changarro, en competencia a muerte.